[Agradecemos a nuestro hermano Jonathan Navarro, pastor de la Primera Iglesia Protestante de Rubí, la gentileza de responder a nuestra petición de enviarnos su artículo traducido al castellano, publicado primero en catalán en la página web de la Església Evangèlica de Catalunya: http://eec.cat/blog/identitats-teologies-i-qui-som-nosaltres/.]
No nos es nueva la cuestión sobre la
identidad de nuestras comunidades y soy consciente de que es un tema que a unos
da miedo y que otros desprecian; sin embargo, o precisamente por eso, pienso
que es un tema que desgraciadamente hoy es tanto o más urgente que cuando se
trató en ponencia, en 2009, en nuestro LXXIII Sínodo celebrado en Barcelona.
¿Y por qué pienso que la cuestión de la
identidad es hoy también un tema urgente? Creo que todos tenemos claro que
nuestra identidad la construimos en Cristo, pero, si somos sinceros, esta
afirmación no cierra la cuestión, es sólo un principio; entonces, sí, nuestra
identidad se construye en Cristo, pero también decimos que somos evangélicos o
protestantes, ¿por qué decimos esto?
El porqué de las identidades
Pues lo decimos por una cuestión de
identidad: porque la identidad es una construcción que funciona como punto de
referencia mediante el cual podamos interpretarnos a nosotros mismos -pero
también al otro- en las diferentes interacciones relacionales; es decir, la
identidad es lo que condiciona nuestra forma de relacionarnos socialmente, para
que hagamos un orden de identidades que nos permite decidir con quién y de qué
manera podemos establecer según qué tipo de transacciones y relaciones, sean
del tipo que sean.
La pertenencia a un grupo es uno de los
factores que construyen la identidad. Además, en las relaciones entre grupos,
hablar de identidad es también hablar de alteridad: cómo definimos al otro de
manera que nos permita diferenciarnos. La
pertenencia a un grupo afecta el concepto que tenemos de nosotros mismos y
de qué manera esta pertenencia se vive con alteridad hacia otros grupos, y para
compartir la identidad del grupo es necesario que los individuos que lo
conforman compartan ciertas "normas" o "valores", los
cuales les permitan definir el comportamiento respecto de diferentes
situaciones, lo que cobra especial relevancia cuando se plantean situaciones
nuevas, fuera de lo cotidiano, como es nuestro caso en estos días.
Dicho esto, y teniendo claro que nuestra
identidad la construimos en Cristo como aquel que nos sirve de modelo para llegar a ser, como meta identitaria, a
la vez nos llamamos "evangélicos" o "protestantes" para
diferenciarnos -especialmente en nuestro contexto- de los que se llaman así
mismos "católicos", los cuales también afirman que se construyen en
el mismo Cristo; al mismo tiempo podemos observar fácilmente, que entre
nosotros, católicos y protestantes, no compartimos muchas de aquellas
"normas" o "valores" que nos permitan definir un mismo
comportamiento o una misma respuesta respecto de diferentes cuestiones. Es a partir de aquí que vivimos un proceso
de alterización, en el que marcamos las fronteras de unos y otros y
establecemos así qué tipos de relaciones y transacciones podemos tener,
partiendo de la realidad común de Cristo y de las profundas diferencias
teológicas, eclesiológicas, o incluso sociales y morales que se nutren de otras
fuentes: diversas tradiciones, diferentes memorias históricas, y en el fondo
varias formas de interpretar y de explicar a Dios.
Diferencias
identitarias entre evangélicos
Algunos querrían que las diferencias
identitarias entre cristianos acabaran aquí, entre evangélicos y católicos,
(normalmente olvidamos a los ortodoxos), pero la realidad es que la cuestión no
la podemos cerrar aquí porque no existe una
iglesia protestante o evangélica, sino que el protestantismo es más bien un
movimiento y los movimientos, inevitablemente, son generadores de diferentes
realidades difíciles de institucionalizar en una sola.
Por lo tanto, la realidad que no podemos
ocultar y con la que tenemos que aprender a convivir es que, dentro del mundo
evangélico, tenemos también identidades diferentes, muy variadas y a menudo
contradictorias. Que, nos guste o no, esto significa que tenemos formas de
explicar o vivir a Dios también diferentes, variadas y a menudo muy
contradictorias; por más que todos digamos que nuestra identidad se fundamenta
en la identidad del Cristo interpretado desde las cinco "Solas".
¿Y esto qué significa? ¿Que un tipo de
evangélicos no podrán relacionarse con otros por causa de su identidad? No, la
verdad es que no significa esto. El mejor ejemplo lo tenemos con nuestras
relaciones ecuménicas con los católicos, con los que no solo compartimos foros
de diálogo, sino que incluso en los últimos tiempos podemos llevar a cabo
actuaciones conjuntas, sobre todo porque hemos caminado hacia el reconocimiento
mutuo de la nuestra filiación en el Padre, a pesar de nuestras profundas
diferencias. Por lo tanto, debe ser posible la comunión entre diferentes
identidades evangélicas, siempre y cuando haya un mínimo de respeto: un
reconocimiento mutuo de la filiación que tenemos con el Padre, mediante
Jesucristo, en el Espíritu Santo.
Dicho esto, vemos que en el caso intra-evangélico,
nos cuesta más reconocer y nos hace más daño aceptar que entre nosotros también
mantenemos profundas diferencias que afectan a nuestras relaciones, pero no
reconociéndolo no las haremos desaparecer, todo lo contrario, al no aclarar el
porqué de nuestras diferencias nos haremos más daño todavía, y dificultaremos
la construcción de puentes y haremos más difícil la identificación de las
transacciones y de las relaciones que podríamos establecer -o no- entre los
diferentes grupos que formamos parte de un término tan vasto como es
"evangélico".
Y claro, por eso es importante conocer la
propia identidad, y cuando digo "propia" no me refiero a la
individual, sino más bien a la grupal, en este caso, la iglesia a la que
libremente hemos decidido vincularnos como individuos. Si no conocemos nuestra
propia identidad eclesial, nuestra historia, nuestra fe y nuestros rasgos
diferenciales, no sabremos cómo responder satisfactoriamente a las diferentes
situaciones y conflictos que el día a día nos presenta, las queramos o no.
Veamos
un ejemplo
Quisiera presentaros un caso práctico que
estos días hemos podido encontrar en las redes sociales y que nace de una
asociación llamada: "España, ¡Oramos
por ti!". Se trata de una llamada que nace para oponerse a la aprobación
de la Proposición de Ley 122-1 contra la discriminación por la orientación
sexual, por la identidad o por la expresión de género, etc. Este grupo hace,
literalmente, una llamada "urgente a la unidad para que juntos ayunemos,
roguemos e intercedamos hasta que Dios, de una manera o de otra, haga que esta ley
sea retirada. Rogamos para que nuestros líderes, aquellos que nos representan,
reciban una estrategia clara y eficiente para defender nuestros derechos.
"
Aparte de que la proposición de ley en
cuestión pueda tener aciertos o errores, y que pueda ser discutida –faltaría
más–, lo que llama la atención es el tono apocalíptico de todo el texto, la llamada
a la unión en el ayuno, el objetivo de "victoria" y la actitud de
"lobby", pero sobre todo quiero manifestar que en ningún caso
argumentan ni una sola palabra sobre la necesidad imperiosa de legislar una
protección para un colectivo de personas que, tal y como podemos ver en las
noticias, sufre agresiones constantes, así como diferentes formas de exclusión
incluso en un país como el nuestro, en el que deberían poder vivir como lo que
son: personas dignas de sus derechos, como cualquiera de nosotros.
Esta asociación llamada "España, ¡Oramos
por ti!", Se presenta igual que nosotros hacemos, como parte del mundo
evangélico y con el apoyo de Ferede; aunque es difícil saber quiénes son los
responsables:
"Esta
iniciativa perdería mucho si la centramos en algún grupo o denominación
concreta. La idea es presentar el cuerpo de Cristo en España, unido en oración.
Nada más. No hay nacionalismos, partidismos y denominacionalismos. Por ello, no
trataremos de relacionar esta iniciativa con nadie en particular. La verdadera
fuerza y sentido es dada por la suma de todos los participantes."
Según dicen, tienen un "Consejo de
Apoyo" y un "Consejo facilitador" [sic] pero a estas alturas me
ha sido imposible identificar quiénes son estas: "distinguidas personas ampliamente reconocidas en el mundo evangélico español,
que con el respaldo de personas y ministerios avalan y respaldan la
convocatoria ".
¿A
quién pertenece la identidad evangélica?
Cada uno tiene la libertad de orar por lo que
considere conveniente, y también de asociarse si lo encuentran adecuado, ahora
no criticaré esto. Pero quiero llamar nuestra atención a la cuestión del
principio. Llamadas como ésta, con tanto apoyo mediático, afectan a la percepción que los demás tienen de nuestra identidad como
evangélicos y deberíamos estar preparados para dar una respuesta.
Cada día más, hay grupos con representación
más o menos pequeña; grupos formados por particulares asociados (como la AEE),
los cuales pretenden tener la
representación de la mayoría de los evangélicos. Grupos que intentan
uniformar el pensamiento evangélico y que secuestran
la identidad evangélica. De hecho, sufrimos tal bombardeo en las redes
sociales, que muchas personas quedan desconcertadas ante algunas declaraciones
de estos grupos que, ahora, quieren poner
ellos las normas, 500 años después de la Reforma, y establecer las marcas de
identidad que definan quién es y quién no es un evangélico verdadero, tal como
sucedió cuando el CEM retiró el derecho a voto y voz de nuestras comunidades en
Madrid (expulsión en diferido); así, podemos leer diferentes artículos de
la red en la que quieren presionarnos para hacernos fuera incluso de Ferede, (como
por ejemplo: “FEREDE tiene un dilema: o la IEE o los evangélicos”).
Nosotros, identidad minoritaria
Ante estas situaciones problemáticas tenemos
que ir profundizando en la identidad de nuestra propia iglesia, para saber
quiénes somos y por qué somos así.
Nuestra iglesia (IEE-EEC), como unión (no federación) de diferentes
tradiciones reformadas históricas, decidió configurarse bajo unas identidades
que, sobre todo desde la Guerra Civil, han sido minoritarias en nuestro
territorio; son estas identidades la presbiteriana (así es nuestro gobierno y
teología de muchas comunidades) y la metodista (la tradición más arraigada en Cataluña y Baleares).
Sí, somos minoritarios tanto en España como
Cataluña –aunque no tanto en el resto del mundo–, y aunque no me atrevo de
decir que somos la mejor tradición protestante, sí afirmaré rotundamente que no somos menos protestantes o evangélicos
que ninguna otra tradición; más aún, nadie nos puede dar lecciones de qué es ser protestantes, y menos aún grupos que no sabemos ni a quién representan.
Nuestra identidad es muy amplia, pero muy
concreta a la vez; fundamentada en Cristo -nuestra Roca- reconocemos sin
vergüenza que somos producto de muchos acontecimientos históricos, de
diferentes circunstancias, y de diferentes teologías que buscaban y siguen
buscando únicamente encarnar al Cristo
eterno en cada realidad que nos ha tocado vivir, dentro de nuestra propia
contingencia.
Sí,
somos una minoría en medio de la minoría evangélica de nuestro país
Somos minoría porque bautizamos a los niños
como signo de la gracia que los incorpora en el Pueblo de Dios; aunque esta
forma de hacer es común al protestantismo histórico y en el cristianismo en
general, aún así hemos sido y somos criticados por aquellos que piensan que su
bautismo de adultos es el único válido, o el único efectivo.
Somos minoría porque trabajamos profundamente
en el diálogo ecuménico, fundadores como somos del Consejo Mundial de las
Iglesias; y por eso somos muy criticados. Aunque en el CMI están todas las
iglesias protestantes históricas y de renombre trabajando juntos por el buen
entendimiento de los cristianos del mundo.
Somos minoría porque tenemos la Mesa del
Señor abierta a todos los cristianos y sus hijos e hijas; y esto también es
criticado. Aunque la Mesa sea del Señor,
y no de ningún grupo evangélico; y también sea esta una práctica que
encontramos en tantas iglesias protestantes históricas en todo el mundo.
Somos minoría porque somos inclusivos, porque
defendemos los derechos humanos de todos, porque defendemos los derechos de los
pueblos, porque defendemos la libertad de pensamiento y de conciencia; no sólo
de palabra, sino con hechos; y no sólo
para nosotros, como vemos que piden algunos, sino por encima de todo para
nuestros prójimos. Y todo esto también nos lo critican.
Somos
minoría..., ¿y qué?
Da la impresión de que esto le importa más a
otros que a nosotros mismos. Porque a nosotros lo que nos debería importar es
que somos seguidores y seguidoras de
Jesucristo. Y sí, dentro del gran abanico que Dios ha querido o ha
permitido que tuviera el cristianismo, nosotros somos evangélicos,
protestantes, de tradición metodista y presbiteriana; todos estos elementos, y
unos cuantos más, configuran nuestra identidad, nuestra forma de ser iglesia y
nuestra forma de encarnar el Cristo.
Para ser testigos de la gracia de Dios en el
mundo en que Él nos puso.
Una
última palabra
Nuestra iglesia es como es por la gracia de
Dios, y difícilmente podrá ser otra cosa. Hay otros que ya son otra cosa, y
siempre lo harán mejor.
Nuestra teología es de largo recorrido, es
profunda y trabajada. Si según las estadísticas actualmente solo entre el 5 y
el 10% de los pastores evangélicos tienen formación teológica, nosotros podemos
decir que el 100% de nuestros pastores y pastoras la tienen. Incluso tenemos el
lujo de tener en nuestras comunidades muchas personas que, aun no estando en la
pastoral ordenada, tienen una muy buena formación teológica. Por todo ello
estoy convencido de que nuestra identidad es firme, coherente y llena de
contenido y de sentido; pero sobretodo es buena, pues está orientada a hacer el bien a las personas, a ser sanadora y
restauradora; es una identidad que crea comunidades donde el Reino de Dios se acerca. No somos perfectos, pero tenemos motivos para el gozo.
Os animo a conocer quiénes somos y de dónde
venimos, y dar gracias a Dios por lo que hace entre nosotros.
Jonathan Navarro
Pastor de la 1era
Església Protestant a Rubí (EEC-IEE)